Thursday, August 27, 2015

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DE TIM BURTON A ALEJANDRA PIZARNIK

(¿HAY TEATRO PARA CHICOS?)



Nro. tres de la serie



¿QUÉ ES UN NIÑO?

(¿Qué ves?, ¿qué ves cuando me ves?)



(dibujo sin ninguna relación con pacientes, obtenido de internet)



"¡¿No hay un ente regulador para el teatro?!.
Ayer llevé a mis hijos a ver "Dedos en el espejo" .
Dicen malas palabras y hasta se mata a un personaje en escena.
¡¡Son unos pelotudos!!"

(llamado de un espectador de dicha obra...ups:
escrita y dirigida por mí,
a Fernando Peña en el "Parkímetro") (*)







Una de Hansel y Gretel



En el último correo intenté articular una cuestión fundamental: por la puerta de "los modos de ser de un niño" no se accede a ninguna verdad sobre lo que el niño es.






Luego fue que desembocáramos en el punto en el que a veces se ubica a un chico: como el soporte del reflejo de un reflejo. Acaso en eso haya podido entreverse el problema: hablando de un niño, de lo que es, de lo que le hace bien y lo que mal le hace, de la verdad del niño suele quedar... nada.




Reducido a un partenaire, a un soporte contra el cual ajustar la imagen de los propios mitos (1) (referencia para aquellos que se interesen en los problemas de la clínica).



Decir que sobre aquella bailarina-niña de Degas no había más que el reflejo de un reflejo no es solamente ubicar en las palabras de aquellos opinadores el extravío de algún acceso posible a "lo niño" (no atribuible ni a la época ni siquiera a que aquel cuerpo fuese de cera).




También es un alerta para no precipitarnos en creer que por distinguir allí un reflejo hemos de saber algo sobre el adulto "reflejado": si giramos la cabeza, en el otro extremo no encontramos ninguna fuente de origen, no llegamos a ningún original objetivable, a ninguna verdad consistente respecto de lo que nuestro adulto de turno es. Apenas allí una pista, una miguita a lo Hansel y Gretel, que acaso el opinador, y sólo él, podrá aprovechar para preguntarse sobre lo que lo agita y lo pone a hablar de niños. Se vislumbra en esto las razones por las que inicié esta serie con lo que denominé el cero de la misma en el primer correo enviado (aquello de la noticia sobre un dedo cortado). En definitiva lo que está en el tapete es dónde nos paramos ante estos juegos de reflejos.





El mágico mundo de "ZZ"


¿Tendremos mejor suerte cediéndole la palabra a los niños?. En definitiva se supone que ellos habrían de estar en contacto directo con su cosa.
Hubo una vez, hace tiempo, una niña de 5 años que llamaré "ZZ". La mamá la trajo a mi consultorio porque la nena "era la piel de Judas". La trajo no sin que en la escuela le hubiesen dicho "haga algo con ZZ porque se comporta de tal y tal manera" . Frase que la mamá escucho así: "haga algo con ZZ porque es la piel de Judas". Estando en entrevistas con la nena cierta vez me puse a hacer cosas de mago. Obsérvese qué fácil: tomé una tapita de boligoma, nada por aquí, nada por allá. Pasé la mano junto a mi boca e, imperceptible, escondí allí la tapa. Mostré luego la mano vacía. "ZZ" con sus ojos maravillados aplaudió: "¡hacelo de vuelta!". Repití el truco. Esta vez "ZZ" no aplaudió: me metió un cachetazo que me hizo escupir la tapa.

Poner la otra oreja

Llegado ese punto se abrieron entonces tres posibles caminos: a) embocarla (dícese del golpe que se le aplica al otro siguiendo la ley del Talión); b) apresurarme a concluir qué es un niño (al menos esta niña): "esto demuestra que es la piel de Judas; seguramente no le ponen límites o seguramente cuando era chica , más chica que ahora, algo la traumatizó y bla, bla"; c) soportar no saber, abrir la oreja a lo que la nena pudiera decir con el tránsito del tiempo, y aún otra vez más soportar no saber: no saber si voy a poder saber algo sobre esa niña.
Bien, dado esa encrucijada de caminos me apuro a decir que el primero no fue una opción (¡Freud me libre y guarde!). De hecho estaba muy deprimido recordando aquel día cuando, teniendo yo 10 años, reuní a mi familia para hacer el truco de desaparición del salero. Aquél salerito era frágil, el bolsillo donde debía deslizarlo con mi pase de magia  no se abrió suficientemente... Mi carrera de mago terminó allí mismo desparramada junto con la sal y los fragmentos de vidrio (2) (llamada que conviene no soslayar)

Cuando el camino es "c", dar la palabra al niño, sucede lo que suele suceder cada vez que alguien es invitado a hablar de sí. Un fenómeno que nos arroja a extrañas aguas: ningún río de chocolate, hablo de la teoría de los conjuntos.

¿¿¿Eh???.

En el próximo correo intentaré explicarme cruzando a "ZZ" con el otro tigre de Borges. Sin rencores.

Guillermo Cabado



(*) La nota con Peña: http://cabado.blogspot.com/2007_10_01_archive.html


(1) comentario para aquéllos que se interesen en teoría psicoanalítica: esa función de soporte para el ajuste la entiendo análoga al ramillete del segundo esquema óptico de "Observación sobre el informe de Daniel Lagache". En tanto en el tercer esquema hallado en ese escrito podremos articular la idea del "reflejo del reflejo" con la subjetivación de esa bifurcación de reflejos así como también una reflexión sobre lo que hace y lo que no hace un psicoanalista (cuestiones que en algunas prácticas se olvida, por ejemplo cuando se convoca a la novia de un paciente para verificar si es tan bruja chupasangre como él la padece y la pinta: "tiene usted razón señor paciente, ¡¡su novia es flor de ramillete!!"... acotación que vale también para la clínica con niños). Por último: en el seminario 10 (imprescindible hacerlo a través de la traducción de Ricardo Rodríguez Ponte) podrán encontrar el abordaje de eso que se pierde en el juego de reflejos: "el cuerpo original", ya no limitado a un jarrón escondido a la vista, sino vinculado con aquello que ausentándose del espejo en él se presentifica. Propongo esta imagen: eso que se vislumbra en el reflejo del espejo como el eco de lo que nos agita. Apenas una metáfora apoyada en el hecho de que al eco, como al Drácula de Christopher Lee, no hay modo de reflejarlo. En fin, una puerta para pensar la angustia (que no es precisamente el miedo a los vampiros...)

(2) ¿No se presiente en este recuerdo la mesa servida para engolosinarnos con la idea de trauma infantil?. ¿No hay allí uno de esos clásicos trozos biográficos que llevan a algunos a imaginar que un hecho vivido tiene el poder de un titiritero? (¡al punto de poder hacer por sí solo que de grandes, por caso, practiquemos el psicoanálisis para, a falta de saleros, reparar personas y que además insistamos con los escenarios y los abucheos!).
Pues si lo presienten levanten la mesa porque abajo de ella está la pasión por volver causa necesaria a cualquier hecho contingente. Vale aquí aquel apólogo que le escuché cierta vez a Jorge Chamorro: "ojo, no porque pasase el colectivo 60 justo cuando se largó a llover, uno va a andar diciendo por ahí que la línea 60 es causa de lluvia".





(planta de luces de la obra "Dedos en el espejo", en la puesta que realizara en "El club del bufón" en el año 2004)



















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