Saturday, July 16, 2016



"EL EROS PLATÓNICO Y LO QUE LOS HOMBRES LLAMAN AMOR"
(de David Halperin)


En el anuncio de su próxima presentación de julio de 2016 en Córdoba, Jean Allouch introduce en la bibliografía sugerida para el evento este texto de David Halperin. Hasta donde pude buscar se encuentra en inglés. Ofrezco aquí la traducción de la primera parte del trabajo. Si el tiempo me lo permite avanzaré con el resto del material e incluso con el pulido del estado actual de esta traducción.




Aún puedo recordar el sentimiento de desconcierto que tuve a mis diecisiete, durante mi primer trimestre en la universidad, cuando me encontré con este diálogo entre Sócrates y Agatón en la traducción de W H Rouse de "El banquete" de Platón:

—Ahora, pues, replicó Sócrates, (...) dime si el Amor desea la cosa que él ama.

—Sí, ciertamente.

— ¿Esto es cuando él es poseedor de la cosa que desea y que ama, o cuando no la posee?

—Es probable, replicó Agatón, que sea cuando no la posee

(...).

—Resumamos, añadió Sócrates, en lo que acabamos de coincidir. ¿Primeramente, el Amor es el amor de alguna cosa; en segundo lugar, de una cosa que le falta?.

—Sí, dijo Agatòn.

(...)

— Bien, ahora... ¿hemos convenido en que él (Amor) ama aquello de lo que carece y no posee?

—Sí.

Lo que a mí por entonces me parecía evidente era exactamente lo contrario. Ser capaz de amar sólo lo que te falta y no tienes era una flaqueza característica de los neuróticos, o masoquistas, o los románticos en extremo, que por otra parte indicaba algún tipo de disfunción psicológica que impediría acceder a una relación íntima y estable. El exitoso, saludable amor (como se ejemplificaba en el paradigma emocional y erótico propuesto por la sociedad por entonces, llamado matrimonio) consistía precisamente en el amor de lo que uno tenía. Mi modo de pensar no era muy diferente del de los antiguos griegos. Como Aquiles dice en la Ilìada (c 341-342): "todo hombre que sea bueno y sensible ama y se ocupa de aquélla que es parte de lo propio"

Mi confusión desapareció, por supuesto, tan pronto como pude leer "El banquete" en su original y por lo tanto pude entender el punto de las cuestiones que Rouse había traducido de un modo tan confuso: {NT: aquí una cita escrita en griego, remitiendo a 200a, 201b de "El banquete"}. Platón, descubrí, no estaba discutiendo el amor en su totalidad sino más bien el erôs, o el deseo pasional, sexual, un aspecto de lo que normalmente consideramos como amor. La pasión erótica para el marido y la esposa es por cierto un componente importante de cualquier buen matrimonio, tanto para los griegos como para nosotros (2), pero ninguna cultura está dispuesta a tratar al erôs como la base afectiva o el componente más preciado de una relación en la vida (3). Como la afirmación de Aquiles lo implica, lo que predomina en un matrimonio exitoso, o incluso en una relación erótica de la duración que fuese, no es el deseo sino el amor, no el erôs sino la philia (4). La relación entre erôs philia en un matrimonio y las prioridades que comandan la operación de cada uno de ellos son presentadas de una manera inusualmente explícita por Fedro en "El banquete" (179b-c); la trascendencia de la alusión mitológica de Fedro ha sido sintetizada de modo acertado así: "Alcestis tenía philia por su marido, Admeto, los padres de él también; sin embargo "a causa de su erôs por él, ella fue más allá que ellos con su philia", tanto que estuvo dispuesta a morir en su lugar, cosa que ellos no (5).  En otras palabras, su amor por Admeto (la fundamental fuerza impulsora que estaba detrás de su autosacrificio) fue un amor fuerte y militante porque resultó acompañado del ingrediente adicional de la pasión erótica. De manera similar, el extranjero ateniense en "Las leyes" de Platón, afirma que uno de los resultados beneficiosos del hecho de restringir para los hombres su partenaire sexual a las mujeres de las que podrían esperar una prole legítima, los hará oikeioi y philoi, afectivamente apegados a sus esposas, y eso, después de todo, es la señal de un matrimonio exitoso. En El Banquete, sin embargo, tal como la versión de Rouse enfatiza apropiadamente, fue interrogando a  Agatón respecto de epitimia {NT: deseo caprichoso, antojo} y erôs  - entonces: respecto del deseo sexual  y no del amor o philia - que Sócrates concluye que es obvio que uno no puede desear y ansiar el goce de un objeto que ya posee y goza (excepto, claro, en el sentido del deseo de continuar gozándolo, tal como explica Sócrates (200d)).

Los esfuerzos modernos por obtener una comprensión histórica ajustada del amor platónico se han visto frecuentemente traicionados por la aplicación del término "amor" a la teoría de Platón tanto como por la modificación de la significación "platónica". Para estar seguros: el significado vulgar de "amor platónico" ha caído largamente en desgracia entre los estudiantes de literatura griega clásica, acostumbrados éstos a recelar de sus colegas de otras ramas del conocimiento, en tanto que difìcilmente haya algo "platónico" en la doctrina erótica articulada por Diotima en El banquete o en la relación ideal entre amante y amado imaginada por Sócrates en el Fedro de Platón. Los franceses, nos anoticia Thomas Gould, han llegado hasta trazar una terminología que distingue entre la popular y la auténtica concepción de la teoría de Platón, diferenciando "amour platonique" de "amour platonicien" (10). Del mismo modo, cada profesor de griego sabe que no es legítimo considerar a la palabra erôs, en el uso dado en general en Àtica o en los escritos de Platón, como específicamente equivalente de "amor" en  el inglés moderno {NT: cabe lo mismo para el castellano}, aunque los especialistas demoraron en enfrentarse con todas las implicancias y consecuencias de tal hecho.  Por cierto, aún los estudiantes familiarizados con los textos filosóficos en su original tienen todavía el hábito de reflexionar y escribir sobre El banquete y Fedro como si el tópico central de esos diálogos fuera el amor en el sentido en el que habitualmente entendemos nosotros esa palabra. Thomas Gould (por tomar sólo el ejemplo más a mano) remarca que Platón "intentará extender el amor hasta incluir todo deseo en él" (11), mientras que probablemente lo cierto sea lo contrario: Platón extiende la visión sobre el deseo (respecto de lo que erôs significa primeramente) hasta convertirlo, si no en la fundación de una teoría respecto de todo el amor, como Gould proclama, al menos en un sustituto y reemplazo de otras vías más convencionales con las que suele formularse la base afectiva de las motivaciones y elecciones del hombre. Más recientemente Irving Singer y Gregory Vlastos declararon deficiente, en tanto filosofía del amor, a la teoría platónica, provocando una sucesión de fervorosas defensas de los partisanos de Platón (13). Postulo que si no le reclamamos a éste soportar la carga, innecesaria, de satisfacer nuestro propio criterio respecto de lo que sería una filosofía coherente del amor (en el sentido pleno de la palabra), seremos no solamente más justos en nuestras críticas hacia él sino que podremos también  eliminar un número de obstáculos a la hora de apreciar la relevancia, originalidad y sutileza de su pensamiento.

1

En función de distinguir entre la significación de erôs en griego y "amor" en inglés no podemos seguir apelando al facilismo histórico de aquellos que consideran al amor una invención del siglo XX o aquellos que niegan la existencia de la palabra "amor" en el griego antiguo (14). Como Vlastos y K.J.Dover han demostrado cada uno con diferentes articulaciones, el verbo philein y sus derivaciones se acercan en buena medida, en su significación en el griego clásico, a lo que hoy significa "amor" (15). Si bien philia no significa exactamente la misma cosa que "amor" al menos refiere en mucho a la misma cosa que la palabra en inglés. Platón con philia se refiere a sí mismo en "La república", allí donde sus interlocutores imaginan una sociedad ideal consolidada por el amor fraternal entre sus ciudadanos (16), y en el "Lisis" se entrega a explorar la debilidad de las vías tradicionales con las que en la cultura griega se concibe a la philia (17); también parece compartir la tendencia convencional de su época de atribuirle a la operación de philia constituir un lazo emocional tanto con la naturaleza como con la sociedad. Es para tener muy en cuenta, entonces, que en sus investigaciones más detalladas sobre los fenómenos de atracción o vinculación afectiva entre seres humanos, Platón debió optar por el enfatizar el rol no de la philia sino del erôs.

Según Vlastos, erôs difiere de philia en al menos tres importantes puntos: 1) es más intenso, más apasionado...; 2) su peso se inclina mucho más del lado del deseo que del cariño (deseo, anhelo, son la connotación primaria de erôs, cariño de philia)...; 3) está más ligado a la pulsión sexual (aunque philein también puede referir al amor sexual...): así es que para un amor familiar no incestuoso deberíamos virar hacia la philia en vez de hacia el erôs... (19).



Dover define erôs suscintamente como el "deseo intenso por un individuo en particular en tanto partenaire sexual" y luego continúa: "la palabra no es usada, excepto de un modo retórico o humorístico, para referir a las relaciones entre padres e hijos, hermanos y hermanas, amos y sirvientes o gobernantes y sujetos" (20). Porque, tal como lo remarca Dover, erôs es concebido por sobre todo como "una respuesta al estímulo visual de lo bello", y no es provocado necesariamente por el complejo entero de cualidades admirables o amables que posee la persona que está allí como objeto (21). En resumen, erôs convencionalmente refiere en griego al anhelo apasionado que despierta en nosotros la atracción de la belleza física. La pregunta de Platón respecto de la naturaleza de lo "erótico" (en cualquier caso, su meta última) es referida en primera instancia no hacia la emoción o sensación de amor, sin embargo definida, sino al fenómeno de atracción entre personas, el que nosotros ahora llamaríamos deseo sexual. Decir eso por supuesto, no implica que la teoría de Platón sobre el erôs apunte a los factores positivos, psicológicos y de comportamiento de la sexualidad humana tal como habitualmente los entendemos; el deseo sexual representa un asunto de estudio apropiado para un filósofo de la erótica no tanto porque pueda ser descripto como algo específicamente sexual (o sea: un proceso biofísico) sino porque puede ser descripo como una expresión de intencionalidad (es decir: en tanto manifestación de la capacidad que tienen los sucesos mentales de ser dirigidos a objetos y situaciones del mundo) (22). Aunque frecuentemente elegimos utilizar una delicada perífrasis a la hora de hablar de deseo sexual, y en concordancia con eso lo llamamos "amor" (23), debemos darnos cuenta de que por erôs Platón refiere no al amor en el sentido global en el cual frecuentemente entendemos esa palabra, sino a cierto aspecto del amor (o más bien al intenso deseo que a menudo se desliza por debajo del nombre "amor"). Que no haya en inglés un modo totalmente satisfactorio de expresar el sentido exacto de erôs (después de todo no podemos sustituir "amante" por alguna otra palabra como "deseante") solamente incrementa nuestra obligación de ser claros conceptualmente en nuestros esfuerzos por elucidar la teoría erótica de Platón.

El barón de Charlus de Proust bien podía estar en lo correcto cuando mostraba las afinidades esenciales que hay entre las diversas formas del amor pasional, independientemente del objeto (si la amante, si la hija) (24), pero la mayor precisión de la terminología griega vuelve absurdo el esperar que el erôs platónico dé cuenta de todo tipo de amor, especialmente aquél entre padres e hijos o entre hermanos en el más mínimo contexto incestuoso. Cualquier que se acerca a Platón con una concepción diferente está destinado a desilusionarse, tal como descubriera Singer: "uno se dirige hacia Platón con la expectativa de aprender sobre las relaciones humanas, específicamente en lo relacionado al fenómeno que conocemos como amor... (pero) el amor platónico (no) explica realmente la naturaleza del amor en sí mismo, reduciendo así al amor matrimonial, al amor parental, al amor filial, al amor a la humanidad a meras aproximaciones, imperfectas, al amor abordado por el filósofo". La verdadera cuestión, por supuesto, no es si Platón trata a esos otros modos de amor como, en cierto sentido, subproductos del erôs (lo cual es una posibilidad que las concepciones contemporáneas del erôs dejan abierta), sino que aquél se las arregla para incluirlos, trabajándolos dentro de su doctrina erótica. Tan extraña como el cuestionamiento de Singer resulta la defensa de L.A.Kosman del erôs platónico en tanto llamamiento del objeto amado a su naturaleza verdadera: Kosman cita, como un ejemplo paradigmático del amor que nos convoca a nosotros mismos, a las relaciones, "no con personas por las que necesariamente podríamos sentirnos atraídos o elegidos", sino más bien las relaciones con "padres, o familia, o hijos, o, tal vez detrás de todos ellos, con nosotros mismos" (27). Por cierto, éstas son las personas a las que los griegos, obviamente, estarían menos proclives a considerar como objetos permitidos (o siquiera, posibles) para el erôs (28).
En verdad Platón admite este punto de un modo bien explícito: en la oración supuestamente lisiánica de Fedro, en el diálogo que lleva este nombre, el relator intenta rebajar al sentido común el noble sentimiento experimentado por los amantes a causa de la atracción. "si acaso se te ha ocurrido pensar que no es posible que exista una profunda amistad (philia, o "amor") a menos que fuese con un amante (eròn, o "aquel que te desea apasionadamente"), es necesario que reflexiones que en ese supuesto no estimaríamos tanto ni a nuestros hijos, ni a nuestros padres, ni madres, ni tendríamos ninguna amistad (philoi) verdadera: no, no es pasión erótica (epithymia toiaute, o "deseo sexual") lo que le debemos a ellos" (233d) (29). Y en "El banquete" Sócrates es todavía más enfático: "sería ridícula la pregunta de si Eros es erôs de madre o de padre"(199d). Si no insistimos en forzar el erôs platónico en función de una teoría sobre el amor en general, tendremos más posibilidades de evitar malentendidos tan elementales.

El erôs platónico refiere entonces en primera instancia no al amor sino a la atracción sexual. Pero sin embargo hay muchos modos de interpretar la intencionalidad de ese deseo sexual y aquí es evidente que la concepción de Platón era radicalmente diferente de la mayoría de sus contemporáneos. El erôs griego significaba cualquier anhelo pasible de satisfacción, y para los atenienses contemporáneos a Platón ése era aún el sentido que se sostenía, así como entre sus ancestros, atravesados por la tradicional frase homérica: "cuando ellos ya habían saciado su erôs de comer y beber" . En otras palabras, a la vez que los griegos habían transferido la operación del erôs al campo más específico de las relaciones humanas, continuaban entendiéndolo con la analogía del hambre y la sed: a través de los períodos clásicos erôs (y el deseo sexual en general) es tratado por las vías de las necesidades, o las compulsiones innatas, o la naturaleza humana (y contra la necesidad, como dijera Simonides, ni los dioses pelean). Así como el hambre o la sed, el deseo que en nosotros es causado por la visión de las bellas formas humanas resulta ser un anhelo pasible de satisfacción, de acuerdo a la concepción griega ordinaria, en tanto apunta a la posesión física de un objeto real y alcanzable en el mundo; una vez que ese objeto ha sido alcanzado poseído y consumido en el acto sexual, las ganas de él desaparecen. Tal como el objeto anhelado por el hambre, para valer como fuente de gratificación posible, debe resultarle placentero al estómago, así también al objeto anhelado por erôs se le exige que resulte placentero para el ojo: "las derivas del ver en las ganas del hombre", escribiera el poeta trágico Agatón, empleando un juego de palabras entre sinuoso e intraducible en su etimología, y que siguió teniendo ecos a través de los siglos. En su "Ética a Nicómaco" Aristóteles construye, como suele hacer, una formulación más bien sistematizada de aquella concepción popular: traza la fuente o el origen de erôs en el placer que procura la visión, agregando que nadie experimentará erôs si primero no se ha sentido atraído por la forma visual de la persona, aunque tal atracción, Aristoteles se cuida de apuntarlo, si bien es necesaria no resulta suficiente condición para la pasión erótica. Una aproximación a la mirada griega sobre el erôs puede hallarse más cercana a nuestros días en las Canciones y sonetos de John Donne, quien describe su actividad amorosa previa como la búsqueda de "cierta belleza que vi. Que deseé y alcancé" {NT: "any beauty I did see. Which I desir'd, and got"} . En nuestro más diversificado y categórico vocabulario hambre, sed y erôs así concebidos se nombrarían apetitos, y en lo que sigue usaré "apetito" (al menos provisioriamente) para significar un anhelo de gratificaciones físicas para una necesidad, un anhelo cuyo rumbo inmediato {"aim". NT: lo apunto porque es un término en el que se detiene Lacan en aquel desmontaje de la pulsión que realizara durante su seminario XI, y que propusiera traducir como "trayecto" para distinguirlo de la "meta", el "goal"] es la posesión y consumición de un objeto del mundo.

(pag 161 a 165 del artículo "Platonic Erôs and what men call Love" que se extiende hasta la página 189, fuente: CLIC AQUÍ)

Traducción provisoria: 
Guillermo Cabado

(las llamadas a pie de página que aquí figuran no remiten a las mismas, las dejé sólo como una marca del texto original y es parte del carácter provisorio de esta propuesta)

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