Sunday, September 13, 2015


"CHE, PÁ... ¿FREUD TIENE EL WASSAP DE DIOS?" (revisitando el caso Juanito: algo más sobre "padre simbólico, imaginario y real")


(la excusa de que Juanito en su adultez deviniera músico, nos permite traer aquí al niño... John Lennon)

Reintroduciré aquí un apólogo que les propusiera en nuestra última reunión del taller "El film 'La caza': ¿Leer la letra o mirar el piso?"
Nos permitirá continuar con el distingo entre padre simbólico, imaginario y real, herramienta con la que Lacan lee la lógica del discurso del caso Juanito. Eso nos llevará a evocar un pasaje sensible de su seminario IV, "La relación de objeto"



"GARCÍA, A SU HIJO HAY QUE PONERLE LÍMITES"

Un padre llega a una entrevista con el analista de su pequeño hijo, inmerso en la impotencia. Habla, y hablando pasa de la queja por su hijo al autoreproche flagelante: "soy un desastre como padre". La lógica discursiva es la que Lacan aísla en el seminario IV como la frustraciónLa coloratura con la que aquí se presenta la experiencia de la falta es imaginaria. Y cuando decimos "imaginaria" apuntamos a que tal falta se presenta como un daño ubicable en términos de imagen. Por cierto, hemos planteado en nuestro taller en el "Centro Dos": no es ésa la modalidad de la falta con la que puede motorizarse un psicoanálisis.

En eso está el sr García cuando de repente escucha de boca del analista de su hijo: "a este chico hay que ponerle límites". García escucha esta respuesta como una revelación plena de sentido. Sale de la entrevista aliviado, ya no chapotea en la impotencia. Ha podido localizar su falla como padre: "el punto es que no pongo límites". Y se lo dice con el peso del "y nada que agregar, es eso". Acaso al pensarlo eso tenga el valor de un agujero para él, pero es cualitativamente diferente a "soy un desastre como padre".

Y parece que este "agujero" lo dispone a "poner límites" a su hijo en los días subsiguientes. Pero con el correr de la semana empieza a sentir que acaso se esté extralimitando,"pasándose de rosca" con su modo de intervenir ante las cosas que hace/dice su hijo. Se dispone entonces a ser menos severo. 

Pero... Unos días después comienza a sentir que "se pasó al otro estremo" : ahora se está quedando corto con sus intervenciones. Ni qué decir que para este entonces esa respuesta escuchada de boca del analista de su hijo como una ley pletórica que revela cómo funciona el mundo de "padres interviniendo sobre sus hijos", se le ha vuelto inentendible: "¡¿pero al final qué demonios es poner límites?!". Aparece tras la ilusión del "padre imaginario" (esto es: el valor que tomara para él aquella respuesta del analista) lo impensable del "padre simbólico".

(Sid Vicious, de niño) 

Vuelve a tener una entrevista con el analista. Le plantea su perplejidad. El analista intenta retomar su ley de "hay que poner límites", explicársela.

Lástima. Otro sería el cantar si ese papá recibiera una respuesta (una respuesta a veces requiere decenas de entrevistas) que se calibrara en esta dirección: "el único límite que usted necesita poner es el de hacer lo que puede, cada vez... García, el límite lo necesita usted, no su hijo". 

Tal calibración es solidaria de lo que implica el padre real. Es inevitable remitir al lector aquí a nuestra nota anterior: clic aquí

"ES CHOCANTE VER A FREUD EN ESA ACTITUD, PERO..."

"En el camino de regreso a casa, Hans preguntó al padre: 
'¿Acaso habla el profesor con el buen Dios, pues puede saberlo todo desde antes?'. 
Me enorgullecería extraordinariamente esta admisión de labios del niño si yo mismo no la hubiera provocado con mis fanfarronadas en chanza"
(Freud, pag 37, volumen X de edición Amorrortu)


Este pasaje pertenece a un momento del seminario, 3/4/57, en el que la lectura del caso está pivoteando alrededor del segundo giro de abordaje del caso Hans, que de un modo no explícito produce Lacan en el recorrido de esas 12 reuniones:

"Resulta muy chocante ver que tras el encuentro con Freud - se produce el 30 de marzo (...) - Juanito menciona a Dios una vez más. En fin, que el Profesor debe de hablar con el buen Dios para decir todo lo que acaba de decir. Esto, a Freud, algún cosquilleo sí que le produce, le divierte y al mismo tiempo le hace feliz. Por otra parte él mismo plantea cierta reserva, pues sin duda algo tiene que ver con esto su propia fatuidad, ya que no se ha privado de adoptar esa actitud de superioridad consistente en decirle: 'mucho antes de que tú nacieras, yo ya sabía que un niño iba a querer demasiado a su madre y, por esta razón, tendría dificultades con su padre'. 

Es chocante ver a Freud en esta actitud. Ni se nos ocurre reprochárselo."


(¿y éste?... sí, claro: Paul Mc Cartney)

Aquí Lacan abre un paréntesis respecto de esa actitud freudiana que no está exenta de cierta vanidad. Su comentario lo reintroduciré en esta nota en pie de página, pues ahora lo que interesa retener es qué lógica necesitamos leer en el modo de intervención de Freud (1):

"(aquí Freud) adopta verdaderamente la posición que podríamos llamar divina - le habla al joven Juan desde el Sinaí, y él acusa el golpe. Entiendan que la posición del padre simbólico, tal como se las he localizado en la articulación simbólica, permanece oculta. Situarse, como hace Freud, como el amo absoluto, no corresponde al padre simbólico sino al padre imaginario, y así es como aborda Freud la situación" ( el subrayado es nuestro) Entiendan que la posición del padre simbólico, tal como se las he localizado en la articulación simbólica, permanece oculta. Situarse, como hace Freud, como el amo absoluto, no corresponde al padre simbólico sino al padre imaginario, y así es como aborda Freud la situación" 

Como ubicáramos en nuestra nota anterior, para entender qué quiere decir que "el padre simbólico sea impensable" primero necesitamos recordar que reservamos el nombre de "padre" para un lugar que se habilita por la demanda. La demanda de una respuesta respecto del deseo inconciente (precisión que nos permite no confundir esa posición con tal o cual personaje concreto: así es como papá bien podría no estar convocado jamás a ese lugar del que responde). 

Luego: el padre simbólico será el valor, la lógica que adopta ese lugar cuando la respuesta se pretende plena, sin resto ni remisión a ningún más allá que la avale. Por ejemplo el lugar que Moisés en el monte Sinaí le habilita a Dios cuando frente a la zarza ardiente le pide que le diga su nombre. Es importante entender que en este caso lo que estamos leyendo es la enunciación de la intervención de Freud. Que por otra parte coincide con el modo en el que Juan la escucha (bien podría suceder que la intervención fuese producida desde una lógica y sin embargo su oyente la sancione con otro estatuto). Por ello, cuando de lo que se trata es de respuestas que el paciente ha recibido de otros que no sean su analista, ni nos ocupamos de ubicar desde dónde la produjo ese personaje "de la realidad". Lo único que nos importará es cómo la escucha el paciente, qué lógica guarda en el relato que nos dirige. En este caso Lacan se sirve de este modo de leer para pensar cómo interviene el analista.

Así las cosas, en tanto ese lugar de respuesta plena es impensable, condenado a fallar al encarnarse, hace que la respuesta de Freud tenga el color de "padre imaginario". "Es el padre de la omnipotencia", precisó Lacan al inicio de esta clase del 3 de abril de la que hablamos. Esto es: funcional a la ilusión del que paciente de hacer uno consigo mismo, de poder representarse plenamente, sin división. En este punto la respuesta de Freud tiene el valor de dar imagen de cómo funcionan las cosas, de cuál es el orden del mundo. ¿Cuánto puede perdurar esa imagen, en tanto de fondo tiene la pretensión de una respuesta plena?... El apólogo del inicio acaso nos sirva como respuesta, sino en términos de tiempos cronológicos sí en términos de tiempos lógicos.


Como sea ya necesitamos afirmar que es por esto mismo que en el cuadro que Lacan retoma en el inicio de la clase del 13/3/57 ese padre imaginario es solidario de la presentación de la falta en términos de privación (esto es: cuando el peso de la falta es el de lo real): sólo con la afirmación lograda de un orden del mundo ("flaco, el mundo funciona así") como resulta ser la respuesta "no todos tienen falo" se puede presentar en un discurso la falta articulada, presentificada, experimentada como real (privación). Hablo de una falta que en el discurso es leída como lo que cae con el peso de "es lo que es, nada que argumentar, que predicar, que dialectizar, ni siquiera quejarse". Al fin y al cabo, si se pudiera dialectizar algo, esa falta tendría el valor de lo simbólico (castración) o si al menos alrededor de ella pudiera sostenerse una queja tendría el valor de lo imaginario (frustración)

Pues no. Es lo que es. Tras su aparición en el discurso lo que resta es lo indecible (lo indecible es algo a leer, bien puede leerse en un bla, bla interminable, no requiere necesariamente de la aparición del silencio de palabras).Y eso en contrapunto con que la ley "no todos tienen falo" se presenta como una imagen inequívoca. Eso es el padre imaginario


(el  pequeño con su padre, es el gran Hendrix)

Los espero el próximo jueves 17/9 a las 18.30 hs en "Centro Dos" para entrarle al segundo y tercer giro de lectura de Lacan del caso Hans

Guillermo Cabado


Los pasajes del seminario citado se ubican en las páginas 275 y 276 del texto establecido por Miller y publicado por Paidós

Las imágenes fueran extraídas del sitio "Cultura inquieta"


(1) Ese comentario no deja de tener su gran interés: "Ya hace mucho que les hice ver la dimensión original, excepcional que adquiere Freud en todos sus análisis, porque la palabra interpretativa que le da al sujeto no es un enunciado que él transmita sino verdaderamente algo que él mismo ha encontrado y que accede directamente por su boca a la autenticidad de la palabra, referencia esencial tal como les enseño. Es imposible no darse cuenta de hasta qué punto una interpretación de Freud es distinta de todas las que nosotros podamos hacer después de él. Como a menudo hemos podido comprobar, Freud no se impone en esto ninguna clase de regla, adopta verdaderamente la posición que podríamos llamar divina - le habla al joven Juan desde el Sinaí, y él acusa el golpe.". Lacan nos está planteando un problema clave: ¿cómo intervenir sin hablar con el paraguas protector de la teoría, con "el casette puesto" de lo que ya sabemos?. ¿Cómo intervenir desde una posición de incautos?. Es que los no incautos, yerran... 



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