Saturday, May 16, 2015


INSÓLITO DIAGNÓSTICO SOBRE MARINA ABRAMOVIC 

(avalado por una "marca registrada" del psicoanálisis)





"...destacar qué aporta de nuevo la obra de Freud y la experiencia del psicoanálisis que de ella se desprende. ¿Algo nuevo acerca de qué?. Acerca de algo que es a la vez muy general y muy particular. Muy general, en tanto la experiencia del psicoanálisis es altamente significativa de cierto momento del hombre, que es aquél en el que vivimos, sin nunca poder situar, salvo raramente, qué significa la obra, la obra colectiva, en la que estamos inmersos.
Muy particular por otro lado, al igual que nuestro trabajo cotidiano, a saber, la manera en que debemos responder, en nuestra experiencia, a lo que les enseñé a articular como una demanda, la demanda del enfermo a la cual nuestra respuesta da su exacta significación"

(Jacques Lacan, 18/11/59, Seminario "La ética del psicoanálisis"
Pag 9 y 10 del texto establecido por Jacques A. Miller, 
por otra parte co-autor del diagnóstico del que nos ocuparemos.  
El subrayado es injerencia de mi parte)





MARINA ABRAMOVIC CON GRAN YERNO

La actual presencia de la artista serbia en Buenos Aires es ocasión de retomar unas líneas que desarrollara el año pasado cuando me topara con la transcripción de un diálogo entre dos psicoanalistas, Jacques Alain Miller y Ruzanna Hakobyan, durante el cual ésta afirmaba y aquél confirmaba un pretendido diagnóstico de psicosis de la famosa artista. Un detalle: a ninguno de ellos Marina Abramovic les había dirigido eso que los analistas llamamos demanda. Por lo tanto: ninguna chance de que algo de lo que entre Hakobyan y Miller tejieron se haya podido deducir del campo de la transferencia.

Adjetivar de "insólito"  dicho diagnóstico no significa que desconozca que hay muchos psicoanalistas que a pesar de orientarse con la enseñanza de Lacan consideran que diagnosticar prescindiendo de la transferencia es psicoanálisis y no psiquiatría. Lo cual nos lleva a una pregunta que atravesará esta serie de comentarios: tal forma de operar, ¿qué dice del modo en el que se escucha a un paciente cuando, por el contrario, sí está en juego la transferencia?. 


En el transcurso del recorrido que hoy inicio será necesario ubicar que de niuguna manera la transferencia puede entenderse como un fenómeno por el cual supuestamente se manifestaría en repetición lo que el paciente ya trae en su "aparato psíquico" . Concepción que suele estar acompañada de pensamientos como éste: "bueno, vamos, si eso ya viene en cada persona (clisés eróticos, "mecanismos de estructura", representaciones reprimidas, o el nombre que cada quien le quiera dar a lo que supone que la persona trae consigo)... ¡entonces un buen "ojo/oreja clínica" puede pescar el asunto sin necesitar de la transferencia!..."  (la cual así quedaría convertida en: recurso para influir al paciente pa' ver si cambia). Argumento que bien podría acompañarse de algo de lo que también deberemos ocuparnos: "¿o acaso Lacan no dio por sentado que Schreber era psicótico a pesar de que Freud no lo tuvo en tratamiento?".


PSICOANÁLISIS CON CONVENTILLO
(la ética no es el convento)  

Quienes hayan visto el famoso film de David Cronenberg, "Un método peligroso", recordarán aquel encuentro inicial entre Freud y Jung (por otra parte, mal fechado en la película). De ese encuentro este último recordaría tiempo después en su libro "La psicología de la transferencia" que luego de muchas horas de conversación Freud le espetó una pregunta inesperada: "y dígame: ¿qué opina usted de la transferencia?". A lo cual el supuesto sucesor potencial de Freud respondería: "la transferencia es el alfa y el omega de nuestra práctica". Respuesta que parece que tranquilizó a Freud, al punto de decir: "entonces ha comprendido usted lo principal". Lo notable es que en dicho libro, tras recordar esta anécdota, Jung traza una numerosa lista de otras cuestiones que a su entender también han de ser "el alfa y el omega" de la experiencia psicoanalítica (1)... Lo que se llama: borrar con el codo lo que había escrito con la mano ante el mismo Freud. Un ejemplo más de que una cosa es repetir slogans que funcionan como credencial para "ser" psicoanalista, y otra cosa es la ética que se lee en lo que hacemos cuando nos dejamos tomar como psicoanalistas. Para decirlo con los términos del pasaje del seminario VII con el que abrimos: como oyentes que al responder a la demanda le damos su exacta significación...




Precisamente soportándome en ese fragmento con el que Lacan abría su seminario sobre la ética del psicoanálisis, arriesgo a esta frase a reducirse a un slogan: dime cómo articulas lo "muy general" y te diré cómo respondes a la demanda de tu paciente... 

Para sacarla de tamaño destino trataré de dar cuenta de ella analizando cómo el abordaje de Miller y Hakobyan de una manifestación de "la obra colectiva, en la que estamos inmersos" (las creaciones de Marina Abramovic en este caso, cruzadas con palabras de ella extraídas de reportajes) resulta otro capítulo de esa zaga inaugurada por Jung: banalizar la transferencia. Ése (un asunto ético) y no el conventillo alrededor del "affaire con la paciente Sabina Spielrein" (un asunto de convento, o de moral) es lo que, de aquella historia narrada por Cronenberg, le interesa al discurso psicoanalítico.


MARINA ABRAMOVIC CON "GRAN HERMANO" 

Con cada inicio del programa televisivo "Gran Hermano" surgen notas sobre voyeurismo y otras yerbas producidas desde "la gran factoría psi". Aprovecharé la feliz coincidencia de la presencia de Abramovic en Buenos Aires con el comienzo de una nueva temporada del programa mencionado para preguntarnos: ¿qué tipo de interacción puede tener el discurso analítico con "la obra colectiva de este momento en el que vivimos", sin perder su condición?. 

Por cierto, el problema no es de "purismo intelectual" ("ay, soy cool, yo no escribo en la revista 'Metropolitan'"), el problema es que cuando empezamos a banalizar nuestro aparato de lectura con cierta forma de interactuar con el polo de lo "muy general", quienes pagan el precio, en el polo de lo "muy particular", son nuestros pacientes: empezamos a volverlos objetos cognoscibles a los que creemos poder explicar al modo en que el semiólogo analiza un discurso. Y por supuesto, ¡¿cómo no suponer que la teoría psicoanalítica es apta para eso?!.... Respuesta: revisando qué entendemos por psicoanálisis cuando la transferencia resulta ser, como afirmara Lacan a inicios de su seminario VIII, "el corazón de nuestra experiencia". 



Para ello, empecemos por comentar el pasaje del seminario sobre la ética con el que abrí:

"...destacar qué aporta de nuevo la obra de Freud y la experiencia del psicoanálisis que de ella se desprende. ¿Algo nuevo acerca de qué?. Acerca de algo que es a la vez muy general y muy particular."

"A la vez" implica que a lo muy general y a lo muy particular convendrá entenderlos como dos polos en tensión y no como dos mitades que se complementan.

"Muy general, en tanto la experiencia del psicoanálisis es altamente significativa de cierto momento del hombre, que es aquél en el que vivimos, sin nunca poder situar, salvo raramente, qué significa la obra, la obra colectiva, en la que estamos inmersos."

"Gran Hermano"  bien podría ser un elemento de esa obra colectiva que resuena en la experiencia del psicoanálisis. Así, por caso, no tiene por qué extrañarnos que en el decir del paciente surjan manifestaciones del "discurso de época": por ejemplo, el sentimiento de que ciertas cosas que hace en lo cotidiano están hechas para poderlas mostrar en Facebook... Pero en cualquier caso, ese "discurso de época" no determina a lo muy particular de su demanda. Por el contrario: está en tensión con ese otro polo. Esto es: descartamos que "la obra colectiva" sirva para explicar por qué el paciente cuenta lo que cuenta (y con ello descartamos el armado de nuevos cuadros con "patologías del siglo XXI", o nuevas teorías, por ejemplo: "el estadio del screening") (2). "En tensión" implica preguntarnos: ¿qué hace con lo que me dice cuando habla con esta lógica de época?.


"Muy particular por otro lado, al igual que nuestro trabajo cotidiano, a saber, la manera en que debemos responder, en nuestra experiencia, a lo que les enseñé a articular como una demanda, la demanda del enfermo a la cual nuestra respuesta da su exacta significación"


Ese "responder" conlleva nuestra responsabilidad de oyentes. Esto es: no se trata de qué decimos sino desde dónde, desde que ética, desde qué reglas de juego a las que nosotros mismos nos sometemos en tanto oyentes. Lo que Lacan "nos enseñó a articular como demanda" es que una de las reglas de juego que introducimos implícitamente cuando recibimos una consulta es que el pedido que nos dirige el paciente bien puede ser un pedido "con deriva", "con desvío"...


Así las cosas, por ejemplo, puede que les suceda con cierto paciente los llame y les pida: "necesito que me cambies el día". Y ustedes, agenda en mano, le ofrezcan un horario diferente al que ya tenían convenido. Pero luego, cuando llega ese día, el paciente no viene. Y en la siguiente entrevista ni menciona el punto; aunque cuando ustedes le preguntan por la ausencia él responde "¡ah, cierto!... ¿sabés que se me pasó por completo?".

Y como ustedes no están posicionados de un modo que los lleve a pensar"¡qué histérico resultó!", sino que sostienen, por ejemplo, un silencio que expresa una auténtica pregunta ("no entiendo qué te pasó")... resulta entonces que el paciente desemboca en preguntarse por la causa. Y después de un rato de hablar descubre para su propia sorpresa: "¿sabés que ahora me estoy dando cuenta?... La vez pasada cuando te llamé tenía un día tan de mierda que... ¡lo que necesitaba era que me lo cambiaras y ya!".

Por ello, cuando Lacan dice que nuestra respuesta le da a esa "demanda del enfermo" (expresión coloquial en la que no debe leerse ninguna concepción psicopatológica) "su exacta significación"de ninguna manera está sosteniendo que el analista tendría no sé qué saber que lo coloca en posición de definir qué es lo que en verdad está pidiendo el paciente. Lo que está afirmando es que al disponerse a ejercer su poder discrecional de oyente con esta ética, le concede a lo que bien podría ser un "pedido a secas", la dignidad de un potencial "pedido con deriva".

Lo que menos importa allí es si en vez de "cambio de horario" era "cambio del tono del día de hoy". Lo que importa, la exacta significación, es que al hablar no hacemos uno con nosotros mismos. Sólo gracias a cierta disposición del oyente a introducir esa posibilidad, más lo que a eso le responda el paciente (más lo que a su vez luego pueda continuar por parte del oyente y así...) es que puede articularse la demanda por la cual, y sólo por la cual, existe el psicoanalista.




RUMBO AL SIGUIENTE PASO

Ahora bien, a la hora de que un practicante del psicoanálisis se disponga a aportar en el campo "muy general" (ya sea del discurso de una artista como Abramovic o de un programa globalizado de la tele como "Gran Hermano"): ¿qué tipo de intervención podría no estar en contradicción con la ética requerida en el campo de lo "muy particular"?. En buen romance: ¿podríamos decir algo sin terminar haciendo del psicoanálisis un método para explicar "por qué la gente es como es", o bien una "filosofía política"?

Hacia eso nos dirigiremos en la segunda parte de estos comentarios. Mientras tanto los dejo con un fragmento de un reportaje que hace algunos años le realizara Michel Sauval a Guy Le Gaufey, otro participante del seminario de Lacan (los subrayados son injerencia de mi parte): 

Michel Sauval: Vuelve a plantearse, entonces, la pregunta de cómo aparece esto bajo la forma de un síntoma. Porque sino el psicoanálisis puede volverse filosofía política...

Guy Le Gaufey: Desafortunadamente ocurre más y más, pero creo que, también, por razones demográficas. Hay tantos psicoanalistas, hoy, en el mundo, que no se puede concebir que no sean una especie de fuerza social e ideológica, porque viven, piensan, hablan más,  y más y más toman la palabra en la ciudad. Personalmente estoy bastante en contra de eso porque lo que da nacimiento a un psicoanalista es la transferencia, por afuera de eso, ¿queda algo?. Por supuesto que sí, pero no queda justamente el estatuto del psicoanalista. Queda el psicólogo, el psi, pero el psicoanalista no.

Continuará

Guillermo Cabado



Todas las imágenes pertenecen a la obra de la artista Marina Abramovic

(1) Al respecto puede leerse este comentario en mi blog: http://cabado.blogspot.com.ar/2012/04/5-otra-vez-cronenberg-y-vigo-mortensen.html

(2) En relación a estas modas decía Lacan: "Creaciones tales siempre tienen un cierto éxito en el estado de respiración anfibia en que se sustenta el pensamiento analítico. Para que ellas lo logren, bastan dos condiciones. En primer término, que se las suponga venir de zonas de actividad científica honorables, de donde pueda volver en la actualidad, por otra parte fácilmente ajada, para el psicoanálisis, una bonificación de lustre (...) La segunda razón del éxito, es la de no molestar en nada la rutina del análisis" (Pasaje del inicio del seminario VIII de Lacan, 16/11/60, texto establecido por Ricardo Rodríguez Ponte. En definitiva: no hay mejor novedad que la que modifica la jerga y nos mantiene entretenidos mientras evitamos preguntarnos qué hacemos cuando analizamos)

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