Monday, June 27, 2016


A3 ES A PTOLOMEO, LO QUE B4 ES A CLEOPATRA: LA RAZÓN SEGÚN FREUD EN UNA "VIÑETA CLÍNICA"



“...ese giro del laberinto en que el fuego de un encuentro ha impreso su blasón. Sin duda el sello de ese encuentro no es solamente una impronta, sino un hieroglifo y puede ser transferido de un texto a otros” (“Juventud de Gide, o la letra y el deseo”, pag 736 de Escritos II, Lacan)



(el blasón de los Shakespeare incluye una lanza, "spear". No he leído que algún especialista en heráldica postule que la presencia del halcón bien podría no estar allí al servicio de la simbología clásica, sino para hacer presente un agitar, "shake", de alas... Sin embargo bien podría haber sido el caso tratándose de la escritura de blasones conocida como "armas parlantes")


Que en el pasaje de “Juventud de Gide...” citado Lacan vincule el blasón con los hieroglifos (ἱερός (hierós ) "sagrado" + γλύφειν (glýphein) "escritura") es un indicio de lo que desarrollaría en el seminario de 1961/2, “La identificación”, respecto del origen de la escritura. En su conjetura queda descartada en la letra toda supuesta relación evolutiva entre un “primer tiempo” pictográfico (el “búho” que supuestamente aparece en los jeroglíficos representando vaya a saber qué idea de la que tal ave sería una representación) y un “segundo tiempo” fonético, en el que se habría “reprimido” aquel origen y la letra aparecería entonces desligada de su supuesto pasado pictórico-representativo.

¿Qué aporta eso a la hora de escuchar a un paciente?. Que rechazamos todo tipo de razonamiento como el siguiente: el hipotético paciente que descubre junto con su analista que el “fuego del encuentro” durante su niñez con cierta frase del padre (por ejemplo: “este niño será un gran hombre o un gran criminal”) vendría a explicar por qué desde hace tiempo viene teniendo ciertas conductas en su adultez. Según esta concepción el "sello" de ese "fuego" le habría dejado "una impronta". Una de ésas que permiten en un animal deducir, por la letra que lleva sellada, cuál fue el hierro caliente con el que se topó en la yerra (cierta concepción de lo “escrito en el cuerpo” va en esta línea).

En esa lógica entre huella y objeto hay continuidad. Sólo que la letra en cuestión, al modo en que supuestamente sucedería con el “búho” del jeroglífico, se habría desligado de su “verdadero origen”. El origen en este ejemplo sería eso que pasó con el padre (o fantasea que pasó, para el caso aquí no cambiá la cuestión).

(otro blasón de familia de escritor: los Racine. En este caso habría que habitar la lengua francesa para no caer en la trampa de la pictografía. Es un ejemplo citado por Jean Allouch en un libro muy conveniente para pensar en estas cuestiones: "Letra por letra")



EL FUEGO DE UN ENCUENTRO

Muy por el contrario, la escritura por imágenes de la que hablara Freud respecto de los sueños (donde la imagen, en tanto escribe, a pesar de las apariencias no es imagen sino letra...) bien puede apelar a “papá me dijo tal cosa” del mismo modo en que la familia Shakespeare apelara a “lanza”: se trata de una letra (con apariencia de imagen) que por sí misma, por lo tanto, no tiene otro valor que el de ser lo que tuvieron a mano para escribir... Para escribir lo que necesitaron hacer resonar: "spear"

La misma suerte que "lanza" tiene ese "este niño será un gran hombre o un gran criminal".  No esperemos que nos permita acceder a algún referente (por ejemplo: "ah, caramba qué mandato tan pesado de parte del padre"). Pero sí valdrá por letra. Es decir: podremos leer que está allí para localizar lo que conmueve al paciente. 

¿Y qué lo conmueve?, ¿lo que le dijo el padre?...

No: lo conmueve EsoEso que esa letra, a pesar de su apariencia de darnos una imagen, escribe en un blasón, en un jeroglífico.

Tal vez a esa frase del padre (a pesar de su apariencia, sin significado... y por eso esa insistencia que pareciera invitar a un más allá de ella... en fin: esa localización en lo que hay acá en la frase que llamamos "letra") la podamos hacer resonar. Con otra letra. Eso será transferir un texto a otro texto.

Vislumbramos cómo este modo de escucha dista notoriamente de un enfoque psicológico.
(una fórmula algebraica clásica en los tiempos escolares, donde la escritura se precipitaba justamente al leer lo que se escabulle del sexo. Se observará también que el concepto del 3.1416... corre aquí la misma suerte que la "lanza" con los Shakespeare o el "mirá lo que me hizo mi padre" en el ejemplo de recién)


COMERSE LAS LETRAS

Evoco de un modo suficientemente deformado para esta instancia pública, un pasaje de un psicoanálisis con un niño:

Él es llevado a la consulta por su madre porque “se come las palabras”. Poco después se escuchará: “se come las letras”. Cuando el niño tiene la primera entrevista, su oyente le pregunta por qué piensa que lo han traído a hablarle. Y él responde: “porque me como las letras. Por ejemplo: yo quiero escribir ‘mato’ pero me como la ‘m’ ”. A poco de esto el niño dirá que la letra que más se come es la “p”.

Pasan las entrevistas y el analista le escucha hablar de un problema: “él es mi mejor amigo pero me llama ‘Pata’, y eso me enoja muchísimo. Él lo sabe y lo hace todavía más”. Aclara: el amigo lo carga porque tiene olor en los pies, cosa que a él lo avergüenza. Pero justo entonces al psicoanalista le parece escuchar algo, no sabe qué quiere decir, pero encuentra cierta relación entre elementos y juega su carta:

- Entonces a ‘mato’ le tacho la ‘m’. A ‘Pata’ le tacho la ‘p’... A ver, escribámoslo, dale... - toma un papel, y ejecuta la escritura; entonces de repente el analista se sorprende leyendo lo que no imaginaba - ¡Ah, mirá!... ¡¿tendremos que hablar de atar?!

Poco después empezarán a sucederse algunos juegos donde un personaje es atado. El niño empieza a hablar de eso y no, precisamente, de su problema escolar.


LA INSTANCIA DE LA LETRA, O LA RAZÓN SEGÚN FREUD

El conocido título del escrito vuelca la presentación de Lacan, un año antes de su trabajo sobre el escritor Gide, ante un auditorio de estudiantes de Letras. La misma fue contemporánea a los desarrollos que estaba haciendo en su seminario alrededor de una lectura del caso Hans que se apoyaba en la transliteración. Tal título incluye una palabra clave: “razón”. La misma que en dicho seminario Lacan se ocupara de especificar como “razón matemática”.



Pues bien, el título del escrito nos dice claramente que lo que Lacan ubica como la instancia de la letra (y por tanto, la insistencia de la letra que insta en el instante al que está hablando/oyendo, y por eso mismo lo lleva a leer aunque no entienda el significado psicológico de lo que se está contando)... es lo que llamamos la razón, según Freud. La razón matemática y no la de la racionalidad (ésa que sí estaría en juego cuando conducimos al niño a entender y explicarse por qué le pasa lo que le pasa...). La ratio matemática que podemos ubicar en el desciframiento de los jeroglíficos de la piedra de Rosetta por parte de Champollion, ahí donde podemos hacer el siguiente procedimiento:


...Si podemos afirmar que el cartucho “A”, encontrado no sólo en la famosa piedra de Rosetta sino también en el obelisco de Philae, escribe el nombre de “Ptolomeo”, y además presumimos que el cartucho “B”, hallado también en la famosa piedra escribe el nombre de “Cleopatra”, pues entonces A3 debería ser a “Ptolomeo” lo que B4 es a “Cleopatra”... Y efectivamente: se evidencia que el jeroglífico en A3 transliteró la letra “omicron” del griego (nuestra “o”) y el jeroglìfico B4 a su vez transliteró otra “omicron”.

Y es esa misma operación, transliteración, la que hiciera el analista y que lo llevara a sorprenderse leyendo. Veamos:

1) A la primera parte de lo que escuchó (“me como las letras:por ejemplo cuando quiero escribir ‘mato’...”) el analista le dio el valor de una letra. O sea que prescindió de lo que psicológicamente eso podría querer decir, simplemente lo escribió a la manera en que en una ecuación una letra escribe un valor que no conocemos. En esta caso hagamos la convención de escribirlo “x”.

2) A lo que escuchó en términos de “siempre me como la letra ‘p’” + “mi mejor amigo me dice...” + “tengo olor en los pies”, a todo eso le dio la condición de otra letra. En este caso les propongo escribirla “j”

3) Luego transliteró la “x”. Lo cual quiere decir que la hizo resonar con otra letra, digamos: “z”, prescindiendo de lo que esta pudiera representar en términos de significado (y en esto vemos ya operando a la razón matemática: “z” es a “x”...). Aquí “z” es la escritura de la siguiente intervención del analista: “voy a escribir ‘mato’ y tachar la ‘m’ ”

4) Luego transliteró la “j”, o sea que la hizo resonar con otra letra, digamos “y”. Donde “y” será: “voy a escribir ‘Pata’ y tachar la ‘p’ ”.

5) Y es entonces que la razón matemática se realiza: “z es a x, lo que y es a j”. Realizarla no es explicarla, es producir en acto esa puesta en relación. Para luego, tal vez, enterarse de a dónde nos conduce. En este caso a una sorpresa que lo lleva al analista a decir: “¡Ah, mirá!... ¡¿tendremos que hablar de atar?!”


Guillermo Cabado

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