Thursday, April 24, 2014



UNA BREVE TRILOGÍA SOBRE EL AMOR
(3 perlitas tempranas,
desperdigadas en el seminario II de Lacan)

- El engaño del casamentero
- El espejismo amoroso
- La fidelidad


> HOY <

EL ESPEJISMO AMOROSO 
(a partir de un breve diálogo entre 
Pontalis, el del diccionario, y Lacan)


(trilogía construida en 2014 como parte de la propuesta de 
abordaje del libro "El amor Lacan de Jean Allouch)



12 de mayo de 1955.
Lefebvre-Pontalis (creo que por entonces ya no se analizaba con Lacan) le manifiesta su preocupación por el curso que le parecía que estaba tomando la idea de "realidad" en el desarrollo del seminario "El Yo en la teoría de Freud...".

- La realidad no es el conjunto del símbolo - le dice Pontalis a Lacan

La preocupación de quien tiempo después realizaría con Laplanche el conocido diccionario de psicoanálisis, podría parafrasearse así: "¿Lacan, usted pretende decir que un vaso no es un vaso sino tan sólo su significación?".

Pero Lacan le responde introduciendo sorpresivamente al amor:

- Voy a hacerle una pregunta: ¿se ha dado cuenta de hasta qué punto es raro que un amor naufrague por las cualidades o defectos reales de la persona amada?

Es como si le dijera: "si quiere hablar de realidad, conviene que hablemos de amor". Así las cosas, puede que una paciente se pregunte: "¿por qué dejé de amar a mi marido?", Y posiblemente, más temprano o más tarde, se dé una respuesta: "porque él no es tal cosa", "porque él no hizo tal otra". Pero Lacan sostiene que difícilmente alguna de esas realidades sea la causa del final del amor.


Y Pontalis le responde:

- No estoy seguro de poder contestar que no. No estoy seguro de que sea una ilusión retrospectiva

- Dije que era raro -acota Lacan- Y de hecho, cuando sucede, parece ser más bien del orden de los pretextos. Uno quiere creer que esa realidad fue alcanzada

Con lo cual el seminarista redobla la apuesta: aún cuando todo indicase que el naufragio fue causado por cualidades objetivables del otro... lo más seguro es que no sean más que un argumento de quien no logra dar con la causa (1)


Pontalis entonces concluye (los signos de admiración se los agregué yo, suponiendo el tono en juego):

- ¡Eso equivale a decir que nunca hay concepción verdadera, que sólo vamos de correctivos en correctivos, de espejismos en espejismos!

- Creo, en efecto, que esto es lo que ocurre en el registro de la intersubjetividad donde se sitúa toda nuestra experiencia...

(pag 326 y 327 de la edición de Paidos, el subrayado es una injerencia de mi parte)

La respuesta de Lacan tiene dos elementos. Empiezo por el último: la afirmación de Lacan deberá ser verificada en cada caso y bajo ciertas condiciones que son las de la experiencia psicoanalítica. Fuera de ella... nada podemos asegurar, todo se reducirá a una especulación siempre al borde de hacernos decir estupideces con términos psicoanalíticos (aún cuando en la historia de tal o cual conocido escuchemos una serie de indicios de todo estos asuntos) (1)


El otro elemento de la respuesta final de Lacan es el que vertebra este comentario: sí, en el amor hay espejismo.

Entonces: ¿nunca hay concepción verdadera?, ¿el amor es engañoso?.

La respuesta es tajante: sí... pero a condición de completarla: no hay concepción verdadera en la medida en que insistamos en entrarle a la verdad del amor por la vía de la realidad.

Allí, una y otra vez no encontraremos "realidad" sino "juicios de realidad", atribuciones (a veces con la modalidad implicativa; a=>b) realizadas como un modo de velar un hecho irreductible: que no tenemos ni idea de la causa por la que empezamos a amar o dejamos de amar. Por ello argumentamos como podemos.


¿No es esto en definitiva lo que resuena en el pasaje de "En busca del tiempo perdido" de Marcel Proust, citado por Jean Allouch en su libro "El amor Lacan"?:

"Le brillaban mucho los negros ojos, y como yo no sabía entonces, ni he llegado luego a saberlo, reducir a sus elementos objetivos una impresión fuerte, como no tenía bastante de eso que se llama 'espíritu de observación' para poder aislar la noción de su color, por mucho tiempo, cada vez que pensaba en ella, el recuerdo del brillo de sus ojos se me presentaba como de vivísimo azul, porque era rubia; de modo que quizás si no hubiera tenido ojos tan negros, cosa que tanto sorprendía al verla por vez primera, no me hubieran enamorado en ella tanto como me enamoraron, y más que nada, sus ojos azules"


Guillermo Cabado



Para leer el eslabón siguiente de esta trilogía: clic aquí

(1) acoto al pasar: cuando a este tipo de planteos de Lacan se los saca de contexto, se corre el riesgo de quererlos aplicar alegremente a las vivencias de las personas salteándonos la experiencia de escucharlas en ciertas condiciones, de poder preguntarles sin apurarnos a comprender de qué nos hablan, e incluso de sorprendernos juntos con ellas ante ciertos revelacones (en fin, la experiencia del psicoanálisis...). Cuando este riesgo se consuma, lo que en Lacan tenía el valor de una conjetura a verificar en cada caso, se convierte ipso facto en una "verdad-sobre-la-psicología-de-las-personas"; huelga decir que entonces ya de Lacan no queda más que la homonimia de algunos términos. 

(las imágenes utilizadas en este posteo fueron tomadas del sitio Cultura Inquieta, de las cuales la primera y última pertenecen al artista Gregori Maiofis, la segunda a Peter Keetman y la tercera a Lissy Elle)



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