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Un juego de verano
en el jardín japonés.
(a Ricardo Rodríguez Ponte,
de cuyo apasionado trabajo
hallarán esquirlas desperdigadas
a lo largo de estos breves capítulos)
en el jardín japonés.
(a Ricardo Rodríguez Ponte,
de cuyo apasionado trabajo
hallarán esquirlas desperdigadas
a lo largo de estos breves capítulos)
CAPÍTULO 12
- ¿Lo puedo ayudar, señor?
Demasiado tiempo mirando el loto en el piletón del vivero, pensé.
- No
Le agradecí a la encargada, una japonesa de una discreción que no le impidió fisgonear el libro de Cheng que viera en mi mano. Después vine hacia aquí, atravesando el damero negro y blanco que está junto a la casa de té.
Acodado sobre el puente curvo al que llaman taiko bashi contemplo las tres arrugas persistentes en el papel del libro. Son la ceniza de una foto desvanecida.
Huellas.
En ese libro que fue almohada debió pisar mi sueño y la noche y el mundo que sucede cuando uno no está.
Tres leves borraduras.
Pero al rozarlas, con la yema de los dedos o con la punta de mis ojos, no sé, sucede esto. Un infraleve erótico, serpenteante, largo como todo mi espinazo, me eriza las uñas y la punta de la lengua.
Salgo apresurado del puente color shu disimulando el tumulto de mi entrepierna. A contracorriente la gente cruza en dirección a la isla de los dioses.
Encuentro un ancla en el damero, con su geometría de césped y de cemento. En este tiempo de andar por aquí fui sabiendo que sus cuadrados son un doble japonés del follaje de los pinos y de los claros en los que el cielo se recorta entre sus ramas. "Pas mundial" reaparece en mi cabeza con insistencia de palotes (/ / / /...)
Su insistencia me regresa a aquella extraña mañana en el campanario del jardín.
Y a aquel hombre que se acercó.
Y a esas letras en la campana del sueño.
Y basta. Quiero hacer pie en la siesta de estar despierto, que las cosas sean las cosas. Quietas y en su lugar.
Hay momentos en que digo "mi pez" y eso, extrañamente, pierde todo significado.
Roberto se me está yendo entre los dedos.
Las dos primeras pinturas pertenecen, respectivamente al artista japonés Hasui Kawase, y al chino Fu-Baoshi.
La última es de autor anónimo, realizada con la técnica sumi-e ("sumi": tinta negra, y "e": pintura)
El fotograma de la niña y el pincel pertenece a la película de Peter Greenaway, "The pillow book" ("El libro de la almohada"), conocida en Argentina como "Escrito en el cuerpo".
El resto de las imágenes fueron extraídas de un interesante blog de arquitectura: http://moleskinearquitectonico.blogspot.com
El color shu del puente curvo, taiko bashi, es ése que se observa en una de las fotos. En la gama de nuestros occidentales rojos, es un color único, asociado a la divinidad.
Las películas referidas en el capítulo: "Sueños" de Akira Kurosawa y "Las hierbas salvajes" de Alain Resnais (además de la ya citada "Hiroshima mon amour" de este mismo director).
El libro al que se vuelve a aludir de Francois Cheng, maestro chino de Lacan, es "Vacío y plenitud" (el título original en francés agrega: "el lenguaje pictórico chino").
En los palotes hay una referencia implícita a la tercera y cuarta reunión del seminario de Lacan sobre la identificación
(aún no publicado por Paidós, hay versión establecida por Ricardo Rodríguez Ponte para circulación interna de la EFBA).
En la cuarta incluso, una frase medio perdida en el mar de palabras, merece destacarse en relación a este capítulo:
"no es al otro que aquí nos referimos, sino a este más íntimo de nosotros mismos del que tratamos de hacer el anclaje (ancrage), la raíz, el fundamento de lo que somos como sujeto".
A la transcripción de este pasaje Lacan habría agregado con posterioridad una pequeña llamada en relación a "anclaje", con un juego de palabras que pone en perspectiva el lugar no explicitado de la tinta y la letra en lo que allí desarrollara:
A la transcripción de este pasaje Lacan habría agregado con posterioridad una pequeña llamada en relación a "anclaje", con un juego de palabras que pone en perspectiva el lugar no explicitado de la tinta y la letra en lo que allí desarrollara:
"el anclaje (l'ancrage), incluso el entintado (l'encrage)".
Un rato después iba a hacer circular entre los concurrentes una escritura china realizada con pincel por él mismo.
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