Un juego de verano
en el jardín japonés.
(a Ricardo Rodríguez Ponte,
de cuyo apasionado trabajo
hallarán esquirlas desperdigadas
a lo largo de estos breves capítulos)
en el jardín japonés.
(a Ricardo Rodríguez Ponte,
de cuyo apasionado trabajo
hallarán esquirlas desperdigadas
a lo largo de estos breves capítulos)
CAPÍTULO 13
Encontré una mesa sobre el ventanal. En este punto la casa de té del jardín japonés es un refugio perfecto para intentar lo que busco: que mi pez no se vuelva "mi pez", una borradura, una pura cicatriz en lo que digo.
Si mi objetivo es dar con Roberto, necesito no perder el hilo. Retomo el libro de Francois Cheng que me regalara Celina. Voy directo a la página en la que escribí, justo antes de abandonar su lectura, la cita de Lacan. ¿Cómo iba yo a saber por entonces que le estaba dando letra para este juego de enigmas en el que me metió?.
Repaso mi escritura en el margen del texto. Es la traducción de aquellos ideogramas que llevó Lacan a su clase del 6 de diciembre, durante su seminario sobre la identificación:
"la sombra de mi sombrero danza y tiembla sobre las flores del Hai Tang"
En el cuerpo impreso de la página está lo que se suele entender por escritura, un prejuicio que pocos discuten: conjunto de letras que transporta ideas. Letra servicial, sumisa. La esposa ideal que ciertas madres de lector desean para sus hijos. El psicoanálisis cuestiona esa idea sobre la escritura, sin embargo muchos psicoanalistas no quieren escucharlo. Se ahorran la pregunta de otro modo inevitable: ¿pero entonces qué es leer?.
Como sea, gracias al texto de Cheng ahora mismo sé que los pintores calígrafos por ser expertos en letras resultan también expertos en trazos de pinturas con motivos vegetales. Qué loco imaginar que las formas caprichosas de estos juncos que crecen frente a la casa de té pudieran ser notas que me dejó alguien que me quiere bien: "basta de Celina, ¿qué pasa con tu trabajo". Me dijeron que si quiero tener más pacientes tendría que estudiar más, y luego presentarme en público y hacer saber lo que estudié y... Voy a pedir otro té.
Cheng habla también habla de un asunto crucial para la pintura china, o "shuimohua": el pincel. Y de lo que representa la tinta para un chino: "aislada no es más que materia virtual a la que sólo el pincel puede dar vida, su íntima unión suele simbolizarse con la unión sexual".
Francois había publicado este libro dos años antes de la muerte de Lacan, pero no sé si ya tenían relación en la época en la que sucedió aquella clase del seminario. Lo imagino al doctor con un júbilo infantil haciendo circular entre su auditorio los ideogramas que había descolgado de su casa de campo, acompañándolos de las copias hechas por él mismo, una en caligrafía con pincel y la otra con un lápiz pluma o acaso simple bolígrafo. Les decía con gula: "sólo en China la caligrafía ha tomado un valor de obra de arte".
Como sea, gracias al texto de Cheng ahora mismo sé que los pintores calígrafos por ser expertos en letras resultan también expertos en trazos de pinturas con motivos vegetales. Qué loco imaginar que las formas caprichosas de estos juncos que crecen frente a la casa de té pudieran ser notas que me dejó alguien que me quiere bien: "basta de Celina, ¿qué pasa con tu trabajo". Me dijeron que si quiero tener más pacientes tendría que estudiar más, y luego presentarme en público y hacer saber lo que estudié y... Voy a pedir otro té.
Francois había publicado este libro dos años antes de la muerte de Lacan, pero no sé si ya tenían relación en la época en la que sucedió aquella clase del seminario. Lo imagino al doctor con un júbilo infantil haciendo circular entre su auditorio los ideogramas que había descolgado de su casa de campo, acompañándolos de las copias hechas por él mismo, una en caligrafía con pincel y la otra con un lápiz pluma o acaso simple bolígrafo. Les decía con gula: "sólo en China la caligrafía ha tomado un valor de obra de arte".
Mientras daba a ver su pequeño tesoro le hizo a su auditorio una pregunta que a mí, lector, me colapsó el entendimiento. Tanto que por entonces abandoné mi lectura del seminario. Y sólo volví cuando empecé a cambiar mi manera de leer.
Las primera y última pintura evocan a Sei Shonagon, la autora que en el siglo X escribiera "El libro de la almohada" (枕草 子). La pintura restante pertenece al chino Shitao, citado en el libro "Vacío y plenitud" de Francois Cheng. Pintor también de referencia de Lacan a la hora de pensar la cuestión de la letra.
Los fotogramas pertenecen a la película "The pillow book" ("El libro de la almohada", en Argentina: "Escrito en el cuerpo"), filmada por Peter Greenaway, en diálogo con la obra de Sei Shonagon.
Tal vez no esté de más consignar aquí que el juego entre la expresión "una cicatriz en lo que digo" y el primer fotograma, está evocando el problema del cuerpo cuando Lacan habla de "dit-mensión" ("dicho mansión"-"dicho-dimensión"'). ¿Cómo pensar un cuerpo que ya no sea el anatómico?.
Tal vez no esté de más consignar aquí que el juego entre la expresión "una cicatriz en lo que digo" y el primer fotograma, está evocando el problema del cuerpo cuando Lacan habla de "dit-mensión" ("dicho mansión"-"dicho-dimensión"'). ¿Cómo pensar un cuerpo que ya no sea el anatómico?.
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