Monday, January 11, 2016


ONCE VECES DE ENERO
(Capítulo 5)



En el quinto folio del viejo libro contable encontró la segunda llamada a pie de página. Nacía de la casi inalterable consigna de cada año indicando el punto de la ciudad al que Alicia habría de dirigirse, en este caso el 1/1/75.

El asterisco y el comentario insertado se sostenían en otra caligrafía, una tercera voz en ese curioso libro contable decía: "anoche erré en la lectura de esta línea de Puig: 'a esconderte los labios con un beso de amor'. ¡Yo había leído 'a encenderte los labios con un beso de amor'!. Eso me hizo pensar en estas hojas, en su imposibilidad de fuego. No hay una sola imagen aquí que no esté malograda por su humedad".

En el poco tiempo transcurrido desde el descubrimiento del libro Hugo había andado y desandado esa sucesión de llamadas que se había vuelto central de su interés: ¿quién hablaba allí?. Sin advertirlo eso mismo que jamás antes lo había interesado era ahora su vocación de verano: la vida de esos otros que llamara "mis abuelos".

Pero tuvo que interrumpir la tarea. El emperador Gengis Kan se había travestido en el esmirriado cuerpo de su tío Dante, golpeó la puerta y casi sin esperar respuesta se metió en el galpón con un extraño. Era el primer interesado en comprar las herramientas. Un rato después Hugo y su tío conversaban allí mismo y a solas. El brevísimo visitante había intentado regatear y Dante lo había despedido sin más, con ese aire mongol de gallego de barrio.

- No tengo problemas en que las uses, pero asegurate para la próxima que las herramientas estén bien limpias cuando vengan a verlas

- Sí, tenés razón... Che, ¿vos habías visto este libro? - Hugo lo abordó extendiéndoselo, todo en un sólo movimiento

El tío lo tomó sin interés, lo hojeó, le preguntó dónde lo había encontrado y se lo devolvió con ese gesto de hartazgo que su sobrino ya le conocía bien:

- Tenelo si querés. No creo que entre en el paquete de venta - y sonrió con un desdén que Hugo estuvo pisoteando después durante un largo rato mientras intentaba, ya a solas, recrear la coreografía del deshollinador. Del único deshollinador de la historia del mundo.



Guillermo Cabado

(mañana 6 de enero, el capítulo 6)
Para leerlo clic aquí

(todas las fotos fueron tomadas entre Montevideo, principalmente, y Colonia)

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