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Cuento de navidad en blanco y negro
"MUDA"
Ladridos de perro. Faltan dos días para navidad y acostado en el diván no sabe qué decir. El filo de su zapato izquierdo corta el borde del diván en ángulo recto.
A través del ventanal del consultorio, en el cuadrante zapato-diván se divisa la reja antigua de la calle de enfrente .
A través del ventanal del consultorio, en el cuadrante zapato-diván se divisa la reja antigua de la calle de enfrente .
Persiste el perro invisible.
Y entonces él dice que en estos tres años de análisis esa reja se le ha metido en los sueños.
La soñó con una cabeza perruna asomándose entre los barrotes antes de volverse ciervo.
La vio bajo lluvia torrencial.
La imaginó recortada por un cenital rojo, después sepia, y después sólo un punto de luz.
(Siguen cayendo los ladridos desde el piso de arriba).
Un mínimo punto como el que insistía en el televisor después de que su papá lo apagaba para mandarlo a dormir. Ahora dice que la angustia le está hundiendo el puño en el esternón.
Ya está otra vez en la imagen del ciervo. Recuerda un paseo inútil en el zoológico con su novia de entonces, Sandra. Se escucha nombrarla y la-puta-madre-otra-vez-hablando-de-lo-mismo- que-lo-trajo-a-análisis. Sigue atronando el perro que jamás ha visto en estos años de análisis. De la nada surge la voz de su analista:
“¿En qué te detuviste?”.
Hay en el zoológico, dice, una antigua jaula, pequeña, vacía. Recuerda allí a una mujer. Bella, andrajosa, extraña. Le llama la atención como suena “andrajosa” pero no se da cuenta de que le llama la atención y sigue diciendo. Agrega que esa mujer no hacía nada, tan sólo estar ahí:
"Ahora me viene a la mente aquella vendedora de flores, ciega, de la película de Chaplin ‘Luces de la ciudad'" . El péndulo de su lengua se acelera:
"No quiero reunirme con nadie esta navidad. Odio estar haciendo nada hasta las doce de la noche viendo las lamparitas del árbol rebotar en la pelada de mi tío. No quiero que me pregunten en qué estoy. ¿Viste la película que te digo?..."
¿Para qué carajo habla si ya sabe que el analista no le va a contestar?, sigue...
"Esa escena final, ¡dios!... Carlitos acaba de salir de la cárcel. Andrajoso, con la única ropa de siempre. Y esa mirada como que se está por romper. El tipo había ido preso por tomar prestado dinero de un ricachón para dárselo a su vendedora de flores. Todo para que ella pudiera operarse los ojos. Ja, había leído en el diario que un médico en Viena curaba la ceguera. ¿Más o menos la peli debe ser de la época de Freud, no?..."
"Dale", le dice el analista. Sigue:
"Carlitos venía sosteniendo un malentendido desde el día en que la conoció: ella lo había tomado por rico y él no pude decirle que era un vagabundo. Como sea, Chaplín se las ingenia para conseguir el dinero y dárselo. Le dice que se está por ir de viaje de negocios, largo, pero que algún día volverá. Sabe la que le espera y así sucede: al salir de la casa de la chica lo atrapa la policía y va a parar a la cárcel. Pasa bastante tiempo en cana pero cuando logra salir en libertad, lo primero que hace es buscarla. El tipo está enamorado. Me parece que ella también. Es lógico: la chica nunca lo vio tal cual es..”.
Silencio. Una especie de gruñido de su oyente hace que no se detenga:
“Puta madre, ¿podría haber sido de otra forma con Sandra?...”. Ahora sí se calla pero el analista no lo suelta:
"¿En qué pensás?”
Y entonces él dice que en estos tres años de análisis esa reja se le ha metido en los sueños.
La soñó con una cabeza perruna asomándose entre los barrotes antes de volverse ciervo.
La vio bajo lluvia torrencial.
La imaginó recortada por un cenital rojo, después sepia, y después sólo un punto de luz.
(Siguen cayendo los ladridos desde el piso de arriba).
Un mínimo punto como el que insistía en el televisor después de que su papá lo apagaba para mandarlo a dormir. Ahora dice que la angustia le está hundiendo el puño en el esternón.
Ya está otra vez en la imagen del ciervo. Recuerda un paseo inútil en el zoológico con su novia de entonces, Sandra. Se escucha nombrarla y la-puta-madre-otra-vez-hablando-de-lo-mismo- que-lo-trajo-a-análisis. Sigue atronando el perro que jamás ha visto en estos años de análisis. De la nada surge la voz de su analista:
“¿En qué te detuviste?”.
Hay en el zoológico, dice, una antigua jaula, pequeña, vacía. Recuerda allí a una mujer. Bella, andrajosa, extraña. Le llama la atención como suena “andrajosa” pero no se da cuenta de que le llama la atención y sigue diciendo. Agrega que esa mujer no hacía nada, tan sólo estar ahí:
"Ahora me viene a la mente aquella vendedora de flores, ciega, de la película de Chaplin ‘Luces de la ciudad'" . El péndulo de su lengua se acelera:
"No quiero reunirme con nadie esta navidad. Odio estar haciendo nada hasta las doce de la noche viendo las lamparitas del árbol rebotar en la pelada de mi tío. No quiero que me pregunten en qué estoy. ¿Viste la película que te digo?..."
¿Para qué carajo habla si ya sabe que el analista no le va a contestar?, sigue...
"Esa escena final, ¡dios!... Carlitos acaba de salir de la cárcel. Andrajoso, con la única ropa de siempre. Y esa mirada como que se está por romper. El tipo había ido preso por tomar prestado dinero de un ricachón para dárselo a su vendedora de flores. Todo para que ella pudiera operarse los ojos. Ja, había leído en el diario que un médico en Viena curaba la ceguera. ¿Más o menos la peli debe ser de la época de Freud, no?..."
"Dale", le dice el analista. Sigue:
"Carlitos venía sosteniendo un malentendido desde el día en que la conoció: ella lo había tomado por rico y él no pude decirle que era un vagabundo. Como sea, Chaplín se las ingenia para conseguir el dinero y dárselo. Le dice que se está por ir de viaje de negocios, largo, pero que algún día volverá. Sabe la que le espera y así sucede: al salir de la casa de la chica lo atrapa la policía y va a parar a la cárcel. Pasa bastante tiempo en cana pero cuando logra salir en libertad, lo primero que hace es buscarla. El tipo está enamorado. Me parece que ella también. Es lógico: la chica nunca lo vio tal cual es..”.
Silencio. Una especie de gruñido de su oyente hace que no se detenga:
“Puta madre, ¿podría haber sido de otra forma con Sandra?...”. Ahora sí se calla pero el analista no lo suelta:
"¿En qué pensás?”
Sigue diciendo: la florista, cuando ciega, se sentaba a vender en un lugar con rejas tal como ése que está allí en la calle de enfrente. A ese lugar la fue a buscar Carlitos al salir en libertad. Pero ella ya no estaba.
“Un bajón. Carlitos vaga por la ciudad. Viste cómo camina Chaplín, ¡te mata!. De repente la ve, a través de una vidriera de una florería. Se da cuenta de que ella recuperó la vista, se supone que fue por el dinero que él le diera… La mina progresó, ahora tiene un negocio en avenida cara de Nueva York. ¡Tenés que ver esa película"”.
“¿A qué te referías con eso de que ‘podría haber sido de otra forma con Sandra’?”.
Otra vez se le agita la lengua, hace una lista de cosas que podría haber hecho diferente con aquella novia. Se detiene en una frase entre tantas: “no ser tan enojoso”. Otra vez silencio. Pero eso quedó resonando. Es un instante. Ahora se le impone decir:
“Cuando la florista lo ve a Carlitos, se ríe. No sé si es ternura, pena... Ella ni se imagina que ese tipo que está ahí afuera es su galán. Te das cuenta de que ella se lo quedó esperando todo este tiempo. Sale a la calle, medio que de caridad. Le extiende una flor y una moneda. El se quiere escapar. Ella lo retiene... Y al tocarle la mano, por el tacto, lo reconoce.
Entonces la chica le pregunta ‘¿sos vos?’.
El asiente con la cabeza. Y ahí viene un silencio. ¡Un silencio en una película muda!.
Carlitos le pregunta ‘¿ahora podés ver?’.
Y ella: ‘sí, ahora puedo ver’.
Entonces la cámara te muestra la mirada de Carlitos en primer plano. Está esperanzado. O no. No sé. Quizás tenga miedo: ¿cómo saber qué siente ella?. La película termina ahí. Con ese plano se va apagando la imagen".
Silencio.
El analista le pregunta “¿por qué te habías detenido cuando dijiste ‘enojoso’?” .
“No sé, algo...".
Esta vez su oyente aguarda sin emitir señal. Sobreviene un sentimiento difuso:
"A ver... no se trata de lo que hacía yo con Sandra, sino cómo...Desde dónde”
"¿Y desde dónde?"
"Como andrajoso"
“Un bajón. Carlitos vaga por la ciudad. Viste cómo camina Chaplín, ¡te mata!. De repente la ve, a través de una vidriera de una florería. Se da cuenta de que ella recuperó la vista, se supone que fue por el dinero que él le diera… La mina progresó, ahora tiene un negocio en avenida cara de Nueva York. ¡Tenés que ver esa película"”.
“¿A qué te referías con eso de que ‘podría haber sido de otra forma con Sandra’?”.
Otra vez se le agita la lengua, hace una lista de cosas que podría haber hecho diferente con aquella novia. Se detiene en una frase entre tantas: “no ser tan enojoso”. Otra vez silencio. Pero eso quedó resonando. Es un instante. Ahora se le impone decir:
“Cuando la florista lo ve a Carlitos, se ríe. No sé si es ternura, pena... Ella ni se imagina que ese tipo que está ahí afuera es su galán. Te das cuenta de que ella se lo quedó esperando todo este tiempo. Sale a la calle, medio que de caridad. Le extiende una flor y una moneda. El se quiere escapar. Ella lo retiene... Y al tocarle la mano, por el tacto, lo reconoce.
Entonces la chica le pregunta ‘¿sos vos?’.
El asiente con la cabeza. Y ahí viene un silencio. ¡Un silencio en una película muda!.
Carlitos le pregunta ‘¿ahora podés ver?’.
Y ella: ‘sí, ahora puedo ver’.
Entonces la cámara te muestra la mirada de Carlitos en primer plano. Está esperanzado. O no. No sé. Quizás tenga miedo: ¿cómo saber qué siente ella?. La película termina ahí. Con ese plano se va apagando la imagen".
Silencio.
El analista le pregunta “¿por qué te habías detenido cuando dijiste ‘enojoso’?” .
“No sé, algo...".
Esta vez su oyente aguarda sin emitir señal. Sobreviene un sentimiento difuso:
"A ver... no se trata de lo que hacía yo con Sandra, sino cómo...Desde dónde”
"¿Y desde dónde?"
"Como andrajoso"
Lo sorprende lo que suena. Ahí hay algo que se le escapa. Pero ahí hay algo:
"Bien vestido, pero andrajoso… Sí.".
"Sí"
"...Sí"
"Por ahí entonces... ¿Nos vemos la próxima?".
El cuerpo mismo se encarga de levantarlo del diván. "Andrajoso". Ahí hay algo. No se entiende, pero ahí... donde suena.
Se desvanece el cuadrante por donde cada sesión avista esa reja de días y días. Ya está de pie. Ya se va.
Lo nuevo, a veces, no es más que un modo en el que cae la luz.
"Bien vestido, pero andrajoso… Sí.".
"Sí"
"...Sí"
"Por ahí entonces... ¿Nos vemos la próxima?".
El cuerpo mismo se encarga de levantarlo del diván. "Andrajoso". Ahí hay algo. No se entiende, pero ahí... donde suena.
Se desvanece el cuadrante por donde cada sesión avista esa reja de días y días. Ya está de pie. Ya se va.
Lo nuevo, a veces, no es más que un modo en el que cae la luz.
Guillermo Cabado
Aquí podrás ver aquella escena final de
"Luces de la ciudad":
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