PERDER TU PÉRDIDA
(texto con el que abriéramos en la radio el programa sobre “ludopatía”;
invitada: Mariela Coletti)
“…y es por esto que nadie que habite esta lengua (japonesa) tiene necesidad de ser psicoanalizado, sino para regularizar sus relaciones con las máquinas tragamonedas — incluso con los clientes más simplemente mecánicos”
(Lacan, “Aviso al lector japonés”) (1)
Justo acababa de repasar ese final abierto de “El jugador” de Fiodor Dostoievsky y no pude evitar imaginarme el ritual que se habrá repetido durante semanas y semanas: Fiodor dictándole a Polina Suslova su novela, es decir: la historia de otra Polina (Polina Alexandrovna). Dostoievsky frente a una mujer y una máquina de escribir. Con el tiempo, sabemos, terminaría proponiéndole casamiento a esa muchacha dactilógrafa.
Y no pude evitar jugar:
¿En qué momento de aquel dictado habrá empezado a suceder algo entre Dostoievsky y ella?: ¿antes o después de que le dictara la parte en que Polina, la hija del general, le reclama a Aleksei Ivanovich que haga algo por ella: que vaya a jugar a la ruleta?; ¿antes o después de que Aleksei se encuentra con más y más demandas de parte de Polina?. ¿Antes o después de que él ya esté atrapado por el impulso a jugarlo todo en una apuesta contra la ruleta? (es fácil especular que Aleksei es el mismo Fiodor, pero no deja de ser una especulación…). Lo que sí es cierto es que en esa época había máquinas de escribir pero no máquinas tragamonedas (lo cual no elimina la posibilidad de partenaires tragamonedas en pleno siglo XIX).
Tampoco pude evitar recordar que durante buena parte del seminario II Lacan se dedicó a hablar de máquinas, y fue así que desembocó no sólo en hablar de cibernética sino del cuento de Poe “La carta robada”. Y justo, llegado a ese punto, tuvo una ocurrencia: convertir el juego del “par o impar” en una secuencia de tirada de monedas. Fue ese día en que nació esa máquina de determinación simbólica hecha de letras y números que todos encontramos en “El seminario sobre la carta robada”.
Sabemos que con el tiempo Lacan puso en cuestión que alcanzara con ello para dar cuenta de lo que sucede en un análisis: hay algo que se produce una y otra vez como pérdida en esa máquina.
Volví entonces a pensar en Fiodor y Polina. En la pasión de Dostoievsky por la ruleta. Se me vino en mente entonces este poema de Roberto Juarroz (2):
"Si has perdido tu nombre,
recobraremos la puntada de las calles
más solas
para llamarte sin nombrarte.
Si has perdido tu casa,
despistaremos a los guardianes de la
cárcel
hasta dejarlos con su sombra y sin sus
muros.
Si has perdido el amor,
publicaremos un gran bando de palomas
desnudas
para atrasar la vida y darte tiempo.
Si has perdido tus límites,
recorreremos el cruento laberinto
hasta alzar otra forma desde el fondo.
Si has perdido tus ecos o tu origen,
los buscaremos, pero hacia adelante,
en el templo final de los orígenes.
Solamente si has perdido tu pérdida,
cortaremos el hilo
para empezar de nuevo."
Guillermo Cabado
(1) Se trata del prefacio del 27/1/72 escrito por Lacan para la edición de sus "Escritos" traducidos al japonés.
(2) Poesía vertical IV. Su aporte se lo debo a Andrea del Giorgio
No comments:
Post a Comment